El mundial de fútbol que se va a celebrar en las próximas semanas tiene un gran favorito: Brasil. La principal amenaza para la hegemonía brasileña procede de las grandes potencias europeas que desde hace décadas comparten los títulos mundiales con los dos gigantes sudamericanos. Brasil no sólo es el que más títulos ha conseguido (cinco), también lidera la clasificación general por puntos acumulados a lo largo de la historia de los mundiales.
En este artículo voy a tratar de relacionar el desempeño de la economía y la bolsa con el de las selecciones de futbol de Brasil, por un lado, y los países europeos por otro. El objetivo es tratar de encontrar algunos patrones que nos ayuden a responder a la pregunta, ¿puede el resultado del Mundial darnos alguna pista sobre el comportamiento de los mercados en los próximos años? O enunciado en dirección contraria, ¿pueden las tendencias observables en la economía y los mercados darnos una pista sobre el posible vencedor de Brasil 2014?
La situación de la economía brasileña. En otro artículo de este mismo número de la revista, David Cano hace un detallado análisis de la coyuntura económica de Brasil dejando claros los importantes retos que afronta. Visto en una perspectiva de largo plazo, la gran cuestión que afronta Brasil al igual que otros muchos países emergentes, es si va a ser capaz de entrar definitivamente en una senda de desarrollo sostenible. Se trataría de romper definitivamente con el dicho de que “Brasil es el país del futuro, siempre lo ha sido, y siempre lo será”. Su gran crecimiento en los años 60’-70’ supuso un período de convergencia de renta con los países desarrollados, pasando del 30% de la renta per cápita de Alemania al 40%. En la década de los 80’ se perdió todo lo ganado y a partir de 1990 se van alternando períodos de cierta ganancia relativa con otros de retroceso, con una ganancia de renta relativa más bien modesta.
Este comportamiento de su economía refleja los reiterados fracasos en llevar a la práctica su considerable potencial de crecimiento. Los planes de reformas, ambiciosos sobre el papel, no acaban de implementarse de forma eficiente al descender a un nivel más micro. Así, el fuerte período de crecimiento de la década 2000-2010 ha acabado generando unos desequilibrios que han desembocado en el actual período de crecimiento débil con elevada inflación. El descontento social, por la percepción de que la corrupción política sigue estando en la base de los fracasos de país, sitúa a la sociedad brasileña ante una encrucijada muy importante cara a los próximos años: avanzar en una línea de reformas como las mencionadas por David Cano en su análisis, o deslizarse una vez más hacia un populismo creciente que, con el pretexto de “ayudar al pueblo”, solo sirva para perpetuar los fracasos del país para incorporarse al desarrollo sostenible.