“…La mañana siguiente amaneció nublada, pero partieron de todos modos, como si estuvieran seguros de su derrotero.
-Si caminamos lo suficiente, alguna vez llegaremos a alguna parte –dijo Dorothy–.
Pero pasaron los días sin que vieran ante ellos otra cosa que los campos cubiertos de flores. El Espantapájaros empezó a refunfuñar.
-Es seguro que nos hemos extraviado –dijo–, y a menos que encontremos el rumbo a tiempo para llegar a la Ciudad Esmeralda, jamás conseguiré mi cerebro.
-Ni yo mi corazón –declaró el Leñador–. Estoy impaciente por ver de nuevo a Oz, y la verdad es que este viaje se está haciendo muy largo.
-Por mi parte –gimió el León Cobarde–, no tengo valor para seguir caminando sin llegar a ninguna parte.
Al oír esto, Dorothy perdió el ánimo, se sentó en la hierba y miró a sus compañeros, los que también se sentaron a su alrededor”. (Extracto del Cuento Mago de Oz, escrito por Lyman Frank Baum).
A veces, como sucede con la anterior historia, cunde sobre nosotros – como inversores– el desánimo al ver cómo pasa el tiempo y no encontramos el camino que nos lleve a nuestra particular Ciudad Esmeralda que, en el mundo de las inversiones, vendría a ser así como la meta a conseguir en forma de un retorno aceptable para nuestros ahorros.