Ha vuelto a pasar. Un nuevo episodio de corrección en las bolsas que provoca un repunte de la volatilidad implícita (medida a través del VIX, por ejemplo), que en este caso se ha situado por encima de la media histórica (la zona del 25%). Y que es las subidas de las cotizaciones suelen ser poco a poco pero las correcciones se caracterizan por su virulencia. Y agosto es todo un ejemplo. Ahora bien, llueve sobre mojado ya que desde los máximos de los índices bursátiles de mediados de abril se ha ido produciendo una corrección de las cotizaciones por, al menos, tres motivos. El primero, uno «sano» ya que estaba vinculado al repunte del tramo largo de la curva de tipos ante la normalización de la inflación y la previsible subida de tipos de interés por parte de la Fed. En ese contexto, los beneficios empresariales podrían seguir subiendo, por más que el sector energía experimentara caídas del BPA, soportando de esta forma las valoraciones bursátiles de entonces (ligeramente por encima de la media histórica en EEUU y por debajo en el Eurostoxx).
Gráfico 1. Evolución de la volatilidad implícita del S&P 500 (VIX)
El segundo factor desestabilizador fue Grecia, que si bien sí podía tener un carácter sistémico relevante, existía la relativa certeza de que se resolviera sin Grexit. Y aunque hasta el último minuto se «mascó el riesgo de tragedia», parecía más o menos claro que ante ese escenario no había que vender renta variable. Lo más sensato era comprobar si el nivel de riesgo de nuestra cartera estaba o no en línea con nuestro umbral de insomnio.
Gráfico 2. Crecimiento del PIB de China (en tasa interanual)
El tercer factor de riesgo, ya más reciente, es China. No podemos decir que se haya producido un deterioro novedoso de los indicadores más contemporáneos o que éstos apunten a una excesiva intensificación de la pérdida de dinamismo del PIB vigente desde 2010. Aquella economía está en una fase de transición de su crecimiento, desde la inversión y las exportaciones hacia el consumo de las familias que, inevitablemente, implica avanzar a tasas más reducidas. Tampoco se han constatado señales preocupantes del mercado inmobiliario (al revés, el precio de la vivienda ha crecido) o un aumento de la frecuencia de defaults que hayan impactado sobre algún WMP o trust relevantes (que es el riesgo del que se advertía hace 18 meses). El elemento desencadenante de este episodio de estrés es la decisión de las autoridades chinas de devaluar el yuan (CNY). Y no es que el ajuste haya sido de gran magnitud (inferior al 5%) pero ha generado dudas sobre la verdad salud de la economía china. O más que dudas, suspicacias: ¿por qué han tomado esta medida?. Una parte del mercado se empieza a poner nerviosa y recuerda la situación de 2007/2008. Una de las mayores crisis empezó, así, como si nada, con un problema de liquidez interbancario en verano de 2007. Ahora, todo parece haber empezado con una «sana e inofensiva» corrección del mercado bursátil chino tras una subida del 150%. Pero, ¿acaso estamos a las puertas de un cisne negro?
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