En las últimas semanas han aflorado las recomendaciones sobre fondos de inversión especializados en bonos convertibles. Diversas gestoras extranjeras (las más expertas en la materia) han estado haciendosu particular “road show” por España para mostrar las bondades del producto. Y lo cierto es que, atendiendo las explicaciones de los expertos y desgranándolo en detalle, el convertible es, sin duda un activo que podemos considerar atractivo en las actuales condiciones de mercado. Los hay que este año están ofreciendo rentabilidades por encima del 15%.
Ahora bien: cuidado con las modas. Antes de invertir en un producto, por muy interesante que, a priori,nos pueda parecer, siempre debemos hacernos dos preguntas:
1) ¿Comprendo el producto? ¿Sé en qué estoy invirtiendo?
2) ¿Es adecuado a mi perfil de riesgo? ¿Podría dormir a pierna suelta si lo tuviera en cartera?
Vayamos por partes:
El concepto. Un bono convertible es un bono corporativo (es decir, emitido por una empresa privada) que incluye una opción de conversión en acción en algún momento futuro y en condiciones (normalmente) prefijadas en el momento de la emisión. Es un activo que, por tanto, resulta de la combinación de tres variables: el bono, la renta variable y la opción de compra de renta variable.
Históricamente, es un producto que ha ofrecido un binomio de riesgo/rentabilidad más interesante que el correspondiente a la renta variable o la renta fija de manera independiente. Al estar correlacionado con el mercado bursátil, el convertible suele subir cuando aquel sube, aunque no en la misma proporción (normalmente, suele recoger 2/3 de la revalorización del mercado). Al mismo tiempo, su componente de renta fija limita su descenso en las caídas bursátiles (alrededor de 1/3), ofreciendo así una cierta protección del capital. Se suele decir que es un activo con “convexidad positiva”, o lo que es lo mismo, que tiene mayor participación en las subidas que en las bajadas.
El perfil. Hasta ahí, parece interesante. Ahora bien, pese a su carcasa de bono, éste no es un producto apto para todo tipo de inversores. Es más, por su componente de renta variable, estaría desaconsejado para alguien que tuviera un perfil muy conservador. Por el contrario, estaría más orientado hacia inversores capaces de tolerar cierto nivel de riesgo, aunque éste sea inferior al de la renta variable. Es, además, aconsejable invertir en convertibles, no de forma directa en el mercado, sino a través de un producto como el fondo de inversión. Así conseguimos un efecto diversificador (muchos y distintos tipos de convertibles en cartera) y reducimos el riesgo. Un fondo de inversión, además, va a conseguir acceder a emisiones a las que un particular jamás podría, bien por su carácter institucional, bien por el mercado en el que cotizan.
Llegados a este punto, hay que tener en cuenta que no todos los fondos de convertibles son iguales (empezando por su diversificación geográfica); ni están dirigidos al mismo tipo de público. Los hay más conservadores y los hay más arriesgados. ¿Cómo distinguirlos? Fundamentalmente, a través de una variable: la “delta”, que nos va a indicar la sensibilidad del precio del bono respecto a las variaciones del precio del activo subyacente (la acción). Esta delta se mide en porcentaje y, aunque es muy elástica y depende, además, de otros muchos condicionantes, podríamos decir (generalizando) que un fondo de bonos convertibles con una delta por debajo del 30%-35% se encuadraría dentro de la gama de productos conservadores; mientras que un fondo con una delta por encima del 60%-70% entraría dentro de la gama de productos de alto riesgo. Para hacernos una idea básica, un convertible medio tendría actualmente una delta media de en torno al 40%-50%, con un vencimiento medio de la cartera de unos 5 años.
Explorar este mercado puede resultar interesante para “rascar” algo de rentabilidad en el mercado de deuda (dado el actual nivel de tipos de interés). Sin duda. Pero accedamos a él mejor a través de fondos de inversión, capaces de captar las mejores oportunidades y sortear los obstáculos, que no son pocos, en un sector, además, muy particular: se estima que entre el 55% y el 65% de las emisiones de convertibles carecen de calificación crediticia externa, lo que no significa que sean de baja calidad.