Recordaba grandes fracasos en mercado de valores. Recordaba empresas cotizadas que habían sido recompradas y excluidas de bolsa por la matriz. Recordaba compañías a las que les había ido mucho mejor en su historia bursátil de lo que se preveía el día de su estreno en el parqué. Pero no conseguía recordar casos de empresas en los que se devolviese a los suscriptores de las acciones el dinero jugado (o invertido, si lo prefieren). Era 17 de febrero, y Bankia comunicaba la devolución de las cantidades aportadas por los suscriptores de la oferta con motivo de su salida a bolsa en el verano de 2011. El anuncio de la entidad se producía después de que el Tribunal Supremo anulase la adquisición de acciones cinco años antes porque consideraba que se había registrado un desfase entre las cifras del folleto de la colocación y las verdaderas cifras del banco. “No me suena ningún caso similar”, fue la respuesta generalizada entre las personas de mercado con las que hablé la mañana de aquel día. “Lo que es sabido en el mercado es que en ocasiones se establecen precios de salida a bolsa que no se corresponden con el valor real estimado de la empresa para dejar un posible margen de ganancia a los suscriptores de la oferta o que a veces se dan recomendaciones de compra o venta en salidas a bolsa de manera interesada. Pero lo de devolver el dinero, no lo había presenciado nunca”, me llegó a decir alguien.
Sin restar importancia a la decisión del Supremo (no compartida por cierto por la presidenta de la CNMV, ya sea para justificar que el organismo supervisor aprobó el folleto de colocación o para recordar que la normativa bancaria en plena crisis financiera dio un vuelco enorme que influyó en los balances), la devolución del dinero de la salida a bolsa de Bankia tenemos que contextualizarla con otras tres realidades: es una entidad rescatada a la que se le ha metido un auténtico chute de dinero público que le da margen de maniobra; el banco se va a privatizar, conviene limpiar expediente tras un pasado turbio; su principal accionista es el Estado, así que no está sometido a la presión de accionistas privados como sucede en otras empresas.
Partiendo de la premisa de que la resolución del caso Bankia es la mejor de todas las soluciones, el caso permite la reflexión sobre tres aspectos que nos atañen a todos: si la regulación vela porque tengamos clara la información sobre los productos en los que depositamos nuestro dinero (la normativa MIDFID II en 2018 traerá mejoras al respecto), si la colocación de productos a través de entidades con las que en principio nos relacionamos por otros motivos (solicitar préstamos, domiciliar nóminas o recibos) es adecuada, y si sabemos en lo que nos metemos cuando nos metemos. Porque como dijo en una ocasión Henry Blodget, tendemos a decir que no sabíamos bien dónde depositábamos nuestro dinero cuando el desenlace es negativo.
No sé si ustedes vivieron la época de las puntocom que acompañó el cambio de siglo. Blodget es uno de los personajes más relevantes de aquella era de euforia tecnológica. Su hazaña más sonada está ligada a la cotización de Amazon.
Siga leyendo el análisis de Laura Blanco en el número de marzo de 2016 de la revista online de mercados TraderSecrets.