Blue Owl Capital, uno de los mayores gestores de crédito privado de Estados Unidos, ha bloqueado reembolsos y anunciado la fusión de dos de sus fondos tras un aumento sostenido en las solicitudes de retiro. La operación, que trasladará a miles de inversores a un vehículo que cotiza con un descuento cercano al 20 por ciento respecto al valor liquidativo reportado, ha reavivado las dudas sobre la resiliencia de un sector que ha crecido sin precedentes en la última década.
La firma, con más de 295.000 millones de dólares bajo gestión y figura central en el mercado de préstamos directos a empresas privadas, comunicó que integrará su fondo de crédito diseñado para clientes de banca privada en su vehículo público OBDC. Este último —uno de los mayores “business development companies” del sector— cotiza de forma persistente por debajo del valor declarado de sus activos, lo que implica pérdidas inminentes para los partícipes del fondo privado al consumarse la operación.
La medida coincide con un incremento de las solicitudes de retirada acumuladas a lo largo del año, que superan los 150 millones de dólares según documentos internos, y con el cierre temporal de ventanas de reembolso hasta la finalización de la fusión, prevista para 2026.
Un gigante en el centro del boom
Blue Owl, resultado de la unión entre Owl Rock y Dyal Capital en 2021, se ha convertido en uno de los principales proveedores globales de “direct lending”, financiando a empresas medianas al margen del sistema bancario tradicional. Su ascenso refleja el crecimiento explosivo del crédito privado, un mercado que hoy supera los 1,7 billones de dólares y que se ha convertido en una pieza clave del ecosistema financiero no bancario.
El atractivo del sector ha sido alimentado por los bancos privados, que lo han distribuido de forma agresiva entre clientes de alto patrimonio en busca de mayores retornos y productos con baja volatilidad aparente.
Un mercado de alto crecimiento… y baja transparencia
Pero el episodio de Blue Owl ha expuesto algunas de las fragilidades estructurales del sector. A diferencia de los bancos, los gestores de crédito privado operan con escasa supervisión regulatoria, sin requisitos específicos de liquidez, y sin mecanismos obligatorios de valoración a precios de mercado.
La mayoría de estos fondos marcan sus préstamos a modelos internos, lo que ha permitido mostrar una estabilidad artificial durante años de aumentos de tipos de interés y tensiones en el crédito corporativo. La realidad de los activos —su rendimiento, su probabilidad de impago y su valor de reventa— permanece en gran medida opaca.
Para muchos inversores, el descuento del 20 por ciento entre el NAV declarado y el precio al que cotiza hoy el vehículo público de Blue Owl ha sido la primera evidencia visible de este desajuste.
Liquidez prometida, liquidez inexistente
Los productos de crédito privado comercializados a clientes de banca privada suelen ofrecer liquidez periódica, una promesa difícil de sostener cuando los activos subyacentes —préstamos bilaterales y altamente ilíquidos— no pueden venderse rápidamente sin pérdidas.
La reciente oleada de peticiones de salida ha forzado a múltiples gestoras a limitar o suspender reembolsos. La decisión de Blue Owl, una de las firmas más grandes y reputadas del sector, sugiere que el problema podría ser más amplio.
¿La primera señal de tensión en un mercado sobreexpandido?
Aunque los impagos en el mercado medio aún no se han disparado, los analistas señalan que las valoraciones internas tienden a retrasar el reconocimiento de deterioros. La falta de precios transparentes, y la concentración de préstamos en empresas altamente apalancadas añaden riesgos a un segmento que creció al margen del escrutinio bancario.
La operación de Blue Owl plantea preguntas incómodas para todo el sector:
- ¿Son realistas las valoraciones que los fondos privados declaran?
- ¿Existe verdadera liquidez en vehículos construidos sobre activos fundamentalmente ilíquidos?
- ¿Cuántas firmas enfrentan presiones similares?
Por ahora, la industria insiste en que se trata de un caso aislado. Pero para muchos observadores, el episodio marca la primera fractura visible en un mercado que se ha expandido más rápido que sus mecanismos de control.

