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10/03/15

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El fondo de noruega como ejemplo de gestión de carteras, por David Cano

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Mucho se ha analizado en los últimos meses la dinámica del precio del petróleo y su impacto sobre el crecimiento de la economía mundial. También, y así lo hice yo el mes pasado en esta misma sección, los potenciales riesgos sistémicos de la caída de la cotización del barril. Por un lado, una cadena de impagos en la industria del fracking en EEUU. Por el otro, Rusia. Mi intención en esta ocasión es aportar una visión positiva, la derivada de aquellos países que optaron por ahorrar los excedentes generados entre 2003 y 2013, es decir, la década de encarecimiento del petróleo (y en general de las materias primas). Y lo hicieron en los fondos soberanos, como estrategia para tratar de evitar la “paradoja de la abundancia”, que hace referencia a la crisis económica que sufre un país como consecuencia de la acumulación de desequilibrios económicos derivados de un período de fuerte expansión asociado a uno o varios impulsos, externos o internos. Si los efectos positivos iniciales del crecimiento no son controlados o compensados por parte de las autoridades económicas, transcurrido un período de tiempo generan una recesión. El avance del PIB de los países periféricos del Área euro entre 2003 y 2007, vinculado a unas condiciones monetarias muy expansivas y a un intenso flujo de financiación vía inversión en cartera desde los países centrales es un ejemplo de esta paradoja. Porque el fuerte crecimiento del crédito bancario y su efecto expansivo sobre el PIB no encontró por parte de la política fiscal el necesario efecto contracíclico (más bien lo contrario) y el aumento de los salarios fue claramente superior al de la productividad. Los abultados y crecientes déficits por cuenta corriente o la sobrevaloración de los activos inmobiliarios son sólo evidencias adicionales de una paradoja de la abundancia, con muy negativo desenlace en términos de renta per cápita.

Una versión más específica de esta paradoja es la “enfermedad holandesa”, que se refiere a los desequilibrios económicos que sufre un país como consecuencia de una fuerte entrada de divisas asociada al encarecimiento de una materia prima de la que el país es exportador neto. Este término fue propuesto por The Economist en 1977 tras las distorsiones observadas en los Países Bajos por el descubrimiento de reservas de gas natural dos décadas antes en Slochteren. Y es que un país que descubre recursos naturales goza de un aumento de las exportaciones y de una entrada de inversión extranjera directa que presionan al alza el tipo de cambio de la divisa nacional, provocando una pérdida de competitividad del conjunto de sectores de la economía. El lógico incremento de la oferta monetaria impulsa un diferencial de inflación con efectos negativos en la industria exportadora. En definitiva, la expansión de un determinado sector genera distorsiones negativas que terminan por afectar al conjunto de la economía.

Detectado el riesgo, la política económica debe actuar en diversos frentes. La política fiscal, mediante una reducción del gasto público y la aplicación de un sistema fiscal redistributivo; la monetaria mediante una reducción de la liquidez (aumentando, por ejemplo, el coeficiente de caja), una elevación de los tipos de interés y, cuando sea preciso, la intervención en el mercado de divisas tratando de evitar una excesiva apreciación de la moneda (acumulando reservas en moneda extranjera). Además de estas opciones, se ha generalizado la percepción de la utilidad de ahorrar los capitales que se generan por la exportación de la materia prima, a través de un vehículo especializado. Nos referimos a los fondos soberanos o SWF (por sus siglas en inglés: Sovereign Wealth Funds), término acuñado en 2005 por Andrew Rozanov[1]. Creados en la década de los cincuenta (el primero fue en Kuwait y el segundo en lo que actualmente es Kiribati), han experimentado un importante auge desde 2003, es decir, cuando comenzó el ciclo de encarecimiento de las materias primas. No existe una definición exacta, pero se acepta que, de forma genérica, un fondo soberano es un vehículo de inversión propiedad de un Gobierno, pero gestionado de forma independiente, que invierte los capitales generados por la exportación de una o varias materias primas en una amplia gama de activos (acciones, bonos, inmuebles, fondos de capital riesgo, hedge funds, etc.) de forma diversificada por países y con un horizonte temporal a largo plazo. Todo ello, con una doble finalidad. Por un lado, evitar las distorsiones de la enfermedad holandesa. Por el otro, garantizar una transmisición intergeneracional de los recursos, ante el riesgo de finalización de la materia prima o de corrección del precio de la misma. Existen excepciones a esta definción, como es el caso de China o Singapur, donde la fuente de ingresos ha sido la exportación de bienes manufacturados.

Volumen del fondo soberano como porcentaje del PIB

david cano marzo 1

 

Siga leyendo el análisis de David Cano en el número de marzo de la revista online de mercados TraderSecrets.

[1] Este autor fue el primero en utilizar el concepto en un artículo publicado en Central Banking Journal: “Who holds the wealth of nations?”. Una de las principales referencias sobre SWP es la página web de este gestor http://www.sovereignwealthcenter.com/ Otra referencia es Sovereign Investment Lab, Universidad de Bocconi, cuyos informes anuales han sido consultados para escribir este artículo.

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