La humanidad atraviesa una transformación demográfica profunda. Tras décadas de crecimiento acelerado nos acercamos al punto máximo de población. A partir de ahí comienza una era marcada por la caída de la natalidad y el rápido envejecimiento. Aunque no es una crisis visible, sus efectos son duraderos y estructurales, afectando al empleo, las pensiones, la sanidad, la economía y la cohesión social.
¿Qué está ocurriendo?
En 2023 la población mundial superó los 8.000 millones de personas pero la tasa de crecimiento es inferior al 1% (la más baja desde 1950). Se estima según algunos organismos como Naciones Unidas que la población alcanzará su pico entre 2064 y 2086 en torno a los 10.400 millones.
Sin embargo esta transición no afecta por igual a todos los países. En África y Asia del Sur la natalidad sigue siendo alta, mientras que otros países como Japón, Corea del Sur, China, Italia y España ya pierden población anualmente. Corea del Sur es el caso más extremo con la tasa de natalidad más baja del mundo (apenas 0,72 hijos por mujer).
¿Por qué nacen menos niños?
Las causas del descenso de la natalidad son diversas:
- El coste de vida y la urbanización dificultan formar familias.
- Las mujeres con mayor educación y empleo retrasan o renuncian a la maternidad.
- La precariedad laboral y la vivienda inaccesible generan inseguridad.
- La falta de ayudas y políticas de conciliación desincentiva la crianza.
- Cambios culturales han reducido la presión social por tener hijos.
En general, casi todos los países desarrollados presentan tasas de natalidad muy por debajo de su nivel de reemplazo (2,1 hijos por mujer), con promedios que oscilan entre 0,7 y 1,5. Sólo algunos países africanos mantienen cifras altas como es el caso de Nigeria con más de 5 hijos por mujer.
¿Cuáles son las consecuencias de no actuar?
- Envejecimiento masivo: La población envejece rápidamente. En España el 19,6% de las personas tiene más de 65 años y para el 2050 esta cifra podría superar el 30%. Japón hoy en día ya está en el 29%. Esto implica menos trabajadores y más personas dependientes, lo que aumenta la presión fiscal y social.
- Riesgo para las pensiones: los sistemas de reparto donde los trabajadores actuales financian a los jubilados se ven comprometidos. En 2007 había 2,4 trabajadores por jubilado en España mientras que en 2050 se estima que habrá solo 1,3. El gasto en pensiones supera ya el 13 % del PIB y seguirá creciendo. Esto obligará a tomar algunas medidas difíciles como son: aumentar la edad de jubilación, reducir pensiones futuras, o subir impuestos y cotizaciones.
- Saturación del sistema sanitario: las personas mayores requieren más atención médica lo que genera mayor demanda de medicamentos y tratamientos crónicos, escasez de personal sanitario y cuidadores, y un gasto sanitario al alza (7,6 % del PIB actual que podría superar el 11% en 2050).
- Estancamiento económico y pérdida de dinamismo. Con menos jóvenes disminuye el consumo y el crecimiento económico, se reduce la innovación y el emprendimiento, las sociedades envejecidas se vuelven más conservadoras e inmóviles, y la competitividad global se detrae frente a regiones con población joven como son India o África.
Casos reales
La bomba demográfica ya está explotando en varios países:
- Japón ha perdido población desde 2010 y recurre a la robotización ante la escasez de trabajadores.
- Corea del Sur no logra aumentar su natalidad pese a los incentivos. Muchas mujeres rechazan la maternidad por presión social y laboral.
- China comenzó a perder población en 2022 antes de completar su desarrollo económico.
- España presenta una baja natalidad estructural y un sistema de pensiones en riesgo con desigualdad intergeneracional creciente.
¿Qué se puede hacer?
Es urgente actuar en múltiples frentes:
- Fomentar la natalidad: Facilitar la conciliación laboral y familiar, ofrecer guarderías públicas y ayudas económicas por hijo, y garantizar vivienda asequible y estable para los jóvenes.
- Gestionar activamente la inmigración: Atraer población joven cualificada e implementar políticas eficaces de integración y formación laboral.
- Reformar las pensiones: Transitar hacia sistemas mixtos (reparto y capitalización) e incentivar el ahorro privado y alargar la vida laboral activa.
- Aumentar la productividad: Invertir en educación y tecnología, automatizar tareas repetitivas y apoyar el emprendimiento y la innovación.
Conclusión: El futuro depende de lo que hagamos hoy.
La bomba demográfica ya está activada. No explotará de forma súbita pero su impacto será profundo si no se toman medidas desde ahora.
Si no actuamos los sistemas públicos serán insostenibles, los jóvenes soportarán una carga económica excesiva, y aumentará la desigualdad entre y dentro de los países.
Actuar con visión a largo plazo es la única vía para asegurar el bienestar de las generaciones presentes y futuras.