Lo normal y habitual en situaciones de crisis económica es que los precios bajen. Si las empresas no venden su producto se acumulan stocks en sus almacenes lo que presiona los precios a la baja y viceversa.
Tradicionalmente y tras la Gran Depresión existía el consenso en que la economía de un país solo podía verse aquejada por dos problemas:
- Por un lado la recesión, representada por tasas de crecimiento negativas y altos niveles de desempleo
- Y por otro lado la inflación, una espiral ascendente de precios que suponía un empobrecimiento real de las clases medias y bajas.
Los dos problemas eran considerados incompatibles y sus soluciones eran totalmente opuestas. Para la inflación la solución era una subida de tipos de interés y una reducción del gasto público para enfriar la economía. Por el contrario para la recesión era justo lo opuesto.
Sin embargo la estanflación combina lo peor de ambos mundos, recesión o estancamiento económico y altas tasas de inflación. Su gestión y solución son complejas y requieren de cierto alineamiento entre la política monetaria y la política fiscal. Se trata de un fenómeno raro y que pocas veces en la historia se ha visto en países desarrollados. Es más propia y común de economías emergentes, siendo hoy Venezuela su mayor exponente. Hay que remontarse a la década de los 70s para encontrar un periodo de estanflación.
¿Qué similitudes encontramos hoy con la década de los 70s?
Algunas. A finales de los 60 y principios de los 70, Estados Unidos vivió una fase de políticas monetarias expansivas para financiar la Guerra de Vietnam y los programas de igualdad de derechos civiles de aquella época. Ante la falta de financiación, en 1971 Nixon declaró el fin del patrón oro para inyectar una gran cantidad de dinero en la economía sin necesidad de contar con suficiente oro para dicho fin.
Esta inyección de liquidez (similar a las políticas monetarias expansivas del COVID), unido a la crisis del petróleo del 73 que disparó los precios energéticos (similitud con la guerra Rusia-Ucrania), y a una mayor demanda de bienes duraderos por la generación del baby boom nacidos entre 1946 y 1964 (similitud con el consumo disparado por el ahorro tras el COVID), llevó consigo a unas altas tasas de inflación.
Tomando como referencia la crisis de la década de los 70s y las actuales tasas de inflación, la duda que se nos presenta ahora es si seremos capaces de controlarla en niveles del 2% tal y como persiguen los Bancos Centrales, o si por el contrario deberemos acostumbrarnos a convivir con niveles más altos.
Lo que da la sensación es que nos dirigimos irremediablemente hacia un ciclo de estancamiento económico en el que la inflación más lejos de desaparecer parece que seguirá muy presente. La temida espiral inflación-salarios continúa anclándose cada vez más en la economía.
En el gráfico que adjuntamos se muestran las probabilidades que tiene cada país de entrar en recesión durante el presente año. Como puede apreciarse son muchas las economías que están en riesgo.
Por otro lado las inflaciones muestran una tendencia a la baja aunque sin embargo siguen en niveles preocupantes. (Ver gráficos).
Cada vez son más los inversores que descuentan un posible ciclo de estanflación