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10/11/25

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La trampa de la redistribución de la riqueza ¿Por qué la pobreza no se combate repartiendo sino creando?

La persistencia de la pobreza en múltiples países plantea un interrogante incómodo: ¿realmente la redistribución de la riqueza es el camino principal para erradicarla? O, por el contrario, ¿puede convertirse en un freno al crecimiento si penaliza a quienes generan riqueza, talento, y productividad?

Una visión crítica del enfoque tradicional

La narrativa predominante sostiene que, para reducir la pobreza, es necesario transferir recursos —ingresos, bienestar, subsidios— de quienes tienen más hacia quienes tienen menos. Sin embargo, este modelo asume implícitamente que la producción de riqueza es inamovible y que los pobres sólo necesitan que se les reparta una mayor parte del pastel. Pero, ¿y si el pastel no crece lo suficiente?

Desde esta óptica alternativa, la pobreza no se combate principalmente con distribución, sino con rendimiento marginal positivo: es decir, con incentivos para que más personas puedan producir, innovar, trabajar, generar valor. Si el sistema penaliza al que produce (a través de impuestos excesivos, regulaciones rígidas, estigmatización de la empresa) y premia al que no genera, el resultado será una menor creación de riqueza, menos empleos, menor crecimiento neto.

El papel del Estado: de redistribuidor a facilitador del entorno

Bajo este enfoque, el Estado deja de ser un mero redistribuidor de ingresos para convertirse en el arquitecto del entorno, ¿Cómo? Creando instituciones que funcionen, mercados que permitan la competencia, educación que eleve el capital humano, sistemas que reconozcan el talento y la productividad, etc.  En lugar de “dar porciones del pastel ya creado”, la meta es agrandar el pastel.

La redistribución puede tener un papel —como amortiguador de la desigualdad o red de seguridad— pero no como el motor principal de la erradicación de la pobreza. Si los incentivos a producir se debilitan, la redistribución corre el riesgo de crear dependencia, desaliento y estancamiento productivo.

¿Por qué este modelo merece atención?

  1. Crecimiento económico vs reparto fijo. El crecimiento es la fuente última de mejoras de ingresos sostenibles. Repartir sin aumentar el tamaño general de la economía sólo puede generar redistribuciones que a la larga se tornan insostenibles.
  2. Talento y creatividad. Las economías que valoran la innovación, el emprendimiento y la productividad consiguen mayores rendimientos marginales. Devaluar al que crea por temor a la desigualdad limita esos rendimientos.
  3. Sostenibilidad fiscal. Los ingresos públicos dependen del crecimiento de la base económica. Cuando el Estado gasta mucho en redistribución pero la economía no produce lo suficiente, desemboca en déficits, endeudamiento, y crisis.
  4. Equidad de oportunidades. Crear un entorno donde todos estos puedan contribuir, formarse y competir es una manera más profunda de atacar la pobreza que solo distribuir desde arriba.

Riesgos y matices necesarios

Este argumento no significa ignorar la pobreza extrema, ni prescindir de políticas sociales. Las trampas de pobreza, la falta de acceso a educación, salud, infraestructura, siguen siendo realidades que requieren intervención. Pero la clave está en que esas intervenciones preparen para producir, no sólo para recibir.

Otro matiz: la redistribución también puede tener efectos positivos cuando se diseña bien —por ejemplo, transferencias condicionadas, incentivos al empleo, apoyo al emprendimiento—, y no como una mera cesta de beneficios pasivos.

Conclusión: hacia un nuevo contrato social productivo

La pobreza no tiene una solución mágica basada únicamente en repartir. Tiene una solución más profunda basada en crear las condiciones para que la productividad, el talento, la creatividad, y el trabajo sean recompensados, y para que el Estado sea un facilitador del crecimiento. Si penalizamos al que produce y premiamos al que no aporta, debilitamos la función creadora de la economía. En cambio, si construimos un entorno en el cual todos puedan aportar y trabajar, generamos crecimiento neto —y por tanto, mejores oportunidades reales para los más desfavorecidos.

La discusión debe cambiar: de “cuánto reparto hacemos” a “cómo hacemos que todos tengan la oportunidad y el incentivo de contribuir”. Esto no es ideología pura: es un planteamiento de eficiencia económica y de sostenibilidad social.

 

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