La consecución de varios trimestres de crecimiento del PIB, la expectativa de que el ciclo económico se acelere, la elevada cantidad de base monetaria creada por los bancos centrales y el mantenimiento del precio del barril de petróleo por encima de los 60 USD son algunos de los factores que permiten defender que en los próximos meses podríamos asistir a un repunte de las tasas de inflación. Más aún si tenemos en cuenta que de momento se sitúan en cotas muy reducidas. Con claridad, uno de los factores de riesgo en el entorno económico y de mercados es un repunte de la inflación.
La reacción inmediata ante este posicionamiento macro es introducir en las carteras bonos indiciados a la inflación, es decir, aquellos cuyos cupones y nominal (aunque esto último no en todos los casos) se ajustan al alza en función del crecimiento acumulado de los precios (coeficiente de indexación en la terminología que utilizar el Tesoro español). Pues bien, una estrategia que parece tan obvia como sencilla puede ser muy equivocada. El motivo es que si, como es lógico, además de la inflación se eleva el tipo de interés real, el bono indexado puede sufrir pérdidas que pueden ser intensas dada la importante duración[1]. El posicionamiento correcto es estar largos en breakeven de inflación, esto es, en expectativas de inflación. Paso a explicarlo con algo más de detalle.