Las operadoras de telecomunicaciones son a los contenidos en Internet lo que los gasoductos y redes de alta tensión son a compañías eléctricas. Disculpen el símil, pero es la realidad. Necesitamos la electricidad y el gas que calienta e ilumina nuestra casa o empresa, damos por hecho que el conducto por el que circula (la red) existe y simplemente queremos empresas que gestionen esa infraestructura sin generar problemas.
Con las operadoras de telecomunicaciones hemos establecido una relación parecida en el siglo XXI: queremos que nos den la red de acceso y que esa red llegue a cualquier lugar y que no falle. Pero nada más. Lo que nos importa (por lo que estamos dispuestos a pagar, aunque sea a costa de ver publicidad) es por el contenido/servicio al que vamos a acceder o por el artilugio que nos permita un acceso más cómodo e intuitivo. Las empresas de telecomunicaciones son imprescindibles para que el «tinglado» funcione pero el protagonismo se lo lleva Internet con los generadores de contenidos, los dispositivos, las aplicaciones, los sistemas operativos…
En este contexto el usuario no está dispuesto a pagar más a una operadora (la portabilidad está a la orden del día) así que las telecos han decidido centrarse en aumentar su número de usuarios, su única vía para crecer salvo que diversifiquen su negocio core. Este es el marco en el que entiendo la decisión de Telefónica de eliminar los contratos de permanencia, pero en el que también entiendo los numerosos movimientos corporativos del sector. Comprar y comprar para ampliar mercados, es decir, número de clientes.
Este martes la estadounidense Verizon ha llevado a cabo la mayor colocación de deuda privada que se recuerda: 49.000 millones de dólares. ¿Y saben qué? Que había demanda para comprar esos bonos. Verizon usará el dinero para comprarle a Vodafone su participación en Verizon Wireless. También este martes Telefónica (y miren que ya tiene deuda) ha lanzado una emisión de 1.750 millones de euros con la que financiará la compra de la alemana E-Plus, ¿y saben qué? Que la demanda ha superado los 12.000 millones de euros.
Más clientes pero también más deuda. ¿Merece la pena? El mercado decidirá.