Los billetes de yenes en circulación en Japón equivalen al 19% de su PIB, si lo prefieren es como si cada japonés tuviese en sus manos el equivalente a 6.600 dólares en papel moneda. La relación de papel moneda per cápita en la Eurozona es inferior, 3.200 euros por persona; en Estados Unidos el papel moneda emitido equivale a 4.200 dólares per cápita. Estas cifras nada tienen que ver con que un país sea más o menos rico, si no con la cantidad de dinero imprimido por su banco central (por cierto, papel moneda que está respaldado por confianza, no por un bien físico como el oro).
Las cifras la he extraído del último trabajo de Kenneth S. Rogoff: Reduzcamos el papel moneda. El libro llegó a mis manos en la misma semana en la que Prosegur Cash salía a bolsa, así que no deja de llamarme la atención que mientras una empresa quiere poner en valor su negocio de gestión de efectivo, algunos economistas como Rogoff estén preparando el terreno para lo que viene: un mundo sin papel moneda y con transacciones electrónicas.
Es curioso, Suecia fue el primer país que emitió papel moneda en Europa, aquello sucedió en el siglo XVII. Hoy diversos estudios apuntan a que alrededor de 2030 en Suecia ya no se usará efectivo. El país no sólo eliminó la validez del billete de 1.000 coronas (unos 115 dólares) a finales de 2013 si no que trabaja por facilitar la vida sin papel moneda: el hecho de que iglesias hayan instalado máquinas lectoras de tarjetas para que se puedan hacer donaciones con tarjeta o que el gobierno haya dado a gente sin hogar dispositivos para aceptar pagos sin tarjeta, lo evidencia.
Rogoff en Reduzcamos el papel moneda asegura que la eliminación del efectivo contribuiría a erradicar la financiación de actividades ilícitas, “hay pocas dudas de que el dinero en efectivo tenga un papel estelar en una amplia de gama de actividades delictivas”, explica. Pero este economista, que hace ya un par de décadas propuso eliminar los billetes de elevada denominación, cree que la eliminación del papel moneda “es quizá la medida más simple y elegante para abrir las puertas a que los bancos centrales apliquen políticas de tipo de interés negativo”. Tengan en cuenta que Rogoff defiende los estudios que sugieren que en el momento cumbre de la última gran crisis, la Gran Recesión, “la reacción normal de los bancos centrales habría sido llevar los tipos de interés hasta el -4 o -5%”.
¿Creen ustedes que desaparecerá el dinero en efectivo y en un par de décadas todo serán pagos electrónicos? ¿Cómo describiría Marco Polo este fenómeno, él que llegó de China admirando la capacidad de los orientales de haber sido pioneros en la creación de papel moneda?
Si me lo permiten, les recomiendo la lectura del último libro de Rogoff. Quizás discrepen de sus explicaciones pero les aseguro que merece la pena reflexionar durante la lectura sobre el papel del efectivo, sobre la labor de los bancos centrales, sobre si es necesario que las entidades modifiquen su objetivo de inflación o sobre la conveniencia o no de tener tipos de interés negativos.