“Nunca llueve a gusto de todos”, señala un famoso refrán.
Desde hacía varios meses, muchos ciudadanos de la Unión Europea ansiaban una acción contundente por parte de nuestro Banco Central Europeo. Se oía aquello de “hay que pasar de las promesas a la acción”, porque se tiene la idea -para nosotros equivocada- que un BCE imprimiendo euros será el bálsamo de fierabrás que curará de todos los males económicos a nuestra vieja Europa.
Cuando a finales del pasado mes de enero, Mario Draghi anunciaba que sacaba la “artillería pesada”, muchas personas comenzaron a festejar el anuncio de la lluvia de dinero que, en breve, nos llegará y, desde entonces, ríos de tinta se han escrito sobre quien gana más ante este Draghinomics.
Sin embargo, y tan sólo varias semanas después de este histórico anuncio, claramente observamos cómo se cumple el famoso refrán del inicio de este artículo ya que, después de las risas y del festejo, también hay cierta frustración y decepción pues, ante las medidas adoptadas, hay quienes están en el lado de los perdedores. En este caso, nos referimos a los ahorradores que tienen su dinero en depósitos bancarios cuya rentabilidad, día a día, ven caer en picado.
Atrás queda el tiempo en que estos productos financieros ofrecían rentabilidades del 3% y del 4 % y, en este destierro de rentabilidad, incluso se acrecienta el temor por si se llegará a ver, como ya sucede en algún país de la zona euro, cómo se tiene que pagar al banco por el depósito que nos ofrece. Vamos, que nos dan rentabilidad nominal negativa.
Ya ven, el QE del BCE tiene ciertas contraindicaciones y, ante esta situación, algunos comienzan a pensar si no es mejor sacar el dinero de la entidad financiera y llevarlo “al calcetín” antes de tener que pagar por los ahorros.
Decía un político irlandés que la decepción es la enfermera de la sabiduría. Por ello, sean sabios. No se dejen vencer ni por la melancolía de tiempos pasados ni por la tristeza de ver cómo cada vez le remuneran menos por sus ahorros en depósitos, pues sólo podemos decirle que “hay vida más allá de los depósitos” a través de otros productos de ahorro e inversión. Sobre todo, vía fondos de inversión.
Llegados a este punto es muy importante romper falsos mitos en torno a los fondos de inversión:
– “Los fondos de inversión son productos sólo para personas que entienden de mercados financieros”. No es cierto pues si se está bien asesorado comprobará que no es así.
– “Los fondos sólo son para ricos….para grandes fortunas”. Tampoco es real pues una persona puede invertir en un fondo desde muy poco dinero. De hecho hay muchos ciudadanos, cada vez más, que invierten en fondos y no son personas, precisamente, con grandes fortunas.
– “Los fondos o son sólo garantizados, o sólo de bolsa”. Tampoco es cierto. Los garantizados, durante mucho tiempo, eran los preferidos por la banca a la hora de ser comercializados pues eso de la palabra “garantizado” seduce a mucha gente. Y lo de que el resto son productos de riesgo tampoco es cierto, puesto que hay fondos de todo tipo y clase. Lo que es preciso, con un buen asesoramiento, es diseñar una cartera que se ajuste a su perfil de riesgo seleccionando los mejores fondos o planes que se comercialicen en España.
– “Invertir en fondos es, como invertir en acciones, sólo para especuladores”. De nuevo, gran error. Cuando uno tiene un plan de pensiones tiene claro que es un dinero con una clara vocación: tener una jubilación, económicamente, más desahogada. Pero no es consciente que los fondos de inversión invierten en los mismos activos que los planes, pero son más líquidos (puedo venderlos cuando quiera), algo que no sucede (salvo contadas excepciones) en el caso de un plan.
– “Con los fondos o los planes sólo ganan los bancos”. De nuevo, no es cierto. Hay un mundo más allá de los productos de moda y en el escaparate. Productos muy bien gestionados, líquidos, fiscalmente atractivos que están pensados para que un inversor esté cómodo, pero, y una vez más, la clave es estar bien asesorado.
Por tanto, ante la frustración sobre qué hacer con nuestros ahorros, busquen la mejor solución para los mismos y háganse un regalo: un asesor financiero que, de forma independiente y objetiva, vele por su dinero y le acompañe en el maravilloso mundo de las inversiones. Sean sabios ante la adversidad, por favor.