Las políticas monetarias que los bancos centrales están aplicando en estos últimos años suponen un salto muy importante en el intervencionismo de los gobiernos en los mercados financieros.
Imprimir dinero y dedicarlo a comprar el activo que sea necesario para que dicho activo suba de precio, podría parecer la solución a todos los problemas. Así nunca más tendríamos que sufrir por inversiones ineficientes (¡Que hubiera pasado con Afinsa y sus “pobres” inversores de haber podido darle a la máquina de hacer dinero…!).
No parece que sea un problema adoptar estas políticas monetarias si, por ejemplo, el gobierno de Estados Unidos necesita que los tipos de interés bajen al 0,75% (promedio entre el papel del tesoro americano a uno y 30 años) para que el endeudamiento apenas tenga coste. Además, así imprime tres billones de dólares (el 20% de la deuda viva del tesoro americano) con los que ir comprando nuevas emisiones, algo, eso sí, que le hará llegar hasta el 100% de deuda sobre PIB…
Pero la realidad es bien distinta en otras economías. Que pruebe Argentina a hacerlo. O Zimbabwe… Se generaría inflación, los inversores nacionales cambiarían sus ahorros a otras monedas fuertes y los internacionales venderían los bonos y acciones que tienen en cartera, provocando una subida de los tipos de interés y un desplome de las bolsas.
¿Por qué no hay inflación en EE.UU. en el Reino Unido, Japón o Europa?
La inflación tiene múltiples orígenes, pero de forma sencilla se puede definir como aquel momento en el que los compradores tienen dinero y ganas de comprar y no ponen demasiados peros al “precio” de lo que adquieren. A día de hoy, en todos estos países arriba mencionados, los compradores están demasiado endeudados (no pueden conseguir más dinero), sus activos están deteriorados (acciones, inmuebles, empresas…) y tampoco tienen mucha seguridad en lo que se refiere a sus empleos y sueldos o a la viabilidad de sus empresas. Además, la mayoría de ciudadanos y empresas han puesto a la venta activos con el objetivo de recuperar “cash” y poder reducir sus deudas. Así que, ante estas circunstancias, no parece que vayamos a tener una subida continuada de los precios más allá de los impuestos que establecen los Gobiernos.
Pero, ¿por qué los inversores no huyen de las bolsas, bonos y divisas de países que están llevando a cabo estas políticas cuantitativas?
Es una cuestión de sentido común. Si no paran de imprimir billetes, cada vez valdrán menos. Lo que ocurre es que estos países son los que cuentan con el capital intelectual, la tecnología, las mayores bolsas de ahorro, los mercados de valores más desarrollados, los sistemas financieros más seguros (en términos de legalidad y de respeto a la propiedad privada)… ¡Hasta tienen los aviones de guerra más sofisticados!. Cuentan, por ello, con un voto de confianza. Disponen de tiempo para tomar las decisiones que han propuesto y, si no muestran inseguridad al mercado, pueden hacerlo al ritmo que consideren oportuno.
Nos han explicado que la burbuja de activos generó un agujero que este dinero ha tapado, en parte algo así como una fuerza deflacionaria que la abundancia de billetes ha sido capaz de frenar. Se nos insiste en que pasado un tiempo, los balances de los bancos y las empresas estarán equilibrados y que los ciudadanos y organizaciones habrán reducido sus deudas hasta niveles que les permitirán volver a endeudarse en el futuro. Los gobiernos habrán modificado sus estructuras para ser más “baratos” y volverán a disfrutar de elevados ingresos por los impuestos que se generarán cuando vuelva el crecimiento económico.
A la pregunta de qué pasará con los bonos que tienen comprados los gobiernos, la respuesta oficial es que dichos bonos se compran a vencimiento y que nunca serán puestos a la venta en el mercado: “No debemos preocuparnos por presiones vendedoras”. A la pregunta de si se retirará el dinero impreso, la respuesta es amplia; pero la más común es que sólo una vuelta a la confianza de los inversores y de los consumidores hará necesario retirar algo de lo mucho que se ha impreso.
Estados Unidos nos dice ahora que va a reducir el ritmo al que suministra la liquidez y que incluso piensa dejar de hacerlo. Con estos comunicados nos hace ver que es consciente de lo excepcional de la situación, de que el fin está próximo y de que si lo hace es porque el sector privado ya está en condiciones de generar el dinamismo económico que los gobiernos trataron de inducir con sus políticas monetarias.
Hasta ahora, el nivel de confianza en estas intervenciones se ha mantenido bastante elevado. Han de seguir fijando objetivos claros y tajantes para que nadie desconfíe o dude de la continuidad de las actuaciones que minimicen el deterioro económico y favorecen la salida de la burbuja de crédito. Han de demostrar que las economías mejoran y que las retiradas de estímulos son reemplazadas por capital privado (y por otros Bancos Centrales); que no hay una pérdida descontrolada en el valor de la moneda y que la inflación presente y futura será manejable.
No está de más ir desactivando todas las burbujas que se crearon cuando el caos se adueñaba de los mercados. Me refiero al oro, las materias primas, las divisas ultra seguras (franco suizo, corona noruega…). Pichar estas burbujas dirigirá los capitales a otros activos más productivos.