El arranque del año ha sido una repetición de lo observado entre agosto y septiembre. La evolución de ciertas variables financieras chinas (su bolsa y el tipo de cambio) son interpretadas como señales de que la situación económica es peor de lo que nos dicen los indicadores económicos (sin entrar a valorar si éstos son veraces). La caída de las reservas del banco central es otra evidencia de la salida de capitales. En definitiva, de que la economía china está en una tendencia bajista. Esto es obvio. Pero no lo es apostar a que estamos a las puertas de un aterrizaje brusco. La caída de la bolsa debe ser interpretada con cautela, pese a los riesgos, sobre todo si tenemos en cuenta la intensa revalorización previa, la escasa representatividad del PIB y la mayor presencia de inversores domésticos no profesionales.
Gráfico 1. Evolución del índice Shanghai Composite
Más atención se debe prestar a la depreciación del yuan. Pero cuando se observa la apreciación acumulada desde 2008 se entiende la necesidad de compensar parte de la pérdida de competitividad sufrida por aquella economía (compartida en este tiempo solo por Suiza). Que tras una apreciación del 30%, una moneda se deprecie un 6% no parece ser una alarma temprana de una recesión. Y que el banco central esté empezando a reducir su nivel de reservas también es representativo de un mayor equilibrio en las balanzas por cuenta corriente a nivel mundial. No era sostenible, ni recomendable, un crecimiento infinito de las reservas. Se debe valorar positivamente el punto de inflexión en su evolución. En conclusión, creo que ni la caída de la bolsa, ni la depreciación del yuan, ni la caída de reservas son señales que avalen esta especie de pánico que ha entrado en los mercados.
Gráfico 2. Evolución del CNY/USD
Todo ello sin menoscabo de reconocer que existen factores de riesgo pero en otros frentes, de los que tal vez se ha hablado menos. Me refiero al endeudamiento privado, que equivale a un 200% del PIB. En China, a diferencia de los países periféricos de la UME, el problema no está en la deuda pública (40% del PIB) sino la de las empresas. El temor es que una intensificación de la desaceleración de la actividad económica (especialmente en algunos sectores) derive en impagos de la deuda empresarial. Estaríamos así ante la activación de una crisis financiera que terminará por impactar sobre la economía. Y esto nos recuerda a la crisis subprime de EEUU 2007-2008, si bien con varios elementos diferenciales muy relevantes. El primero, que…
Siga leyendo el análisis de David Cano en el número de febrero de 2016 de la revista online de mercado TraderSecrets.
(FOTO: Javi Sánchez de la Viña, www.flickr.com)